“La felicidad es alguien con
quien compartir hasta lo más simple”,
una frase bastante usada y de hecho aplicada como una especie de primeros
auxilios literario a la hora de definir la temática FELICIDAD y salir del paso.
“Sería muy feliz con este trabajo”,
“Me haría muy feliz manejar ese coche”, “Qué feliz me haría conquistar esa
persona”, y tantas otras cosas decimos o escuchamos constantemente, pero… ¿sabemos
lo qué queremos?, ¿sabemos lo qué es la felicidad?
Empecemos por el principio: El
término FELICIDAD, deriva del latín felicitas, a su vez Félix que
significa fertilidad.
Lo cierto es que la felicidad es
una emoción motivada por la alegría y la
sensación de bienestar.
Los filósofos griegos hicieron
referencia al particular manifestando cada quien su propia teoría sobre qué
cosas proporcionan felicidad al hombre.
El legendario Sócrates dijo que
la felicidad es el saber, alimentar al
cerebro con el conocimiento, dará al
hombre las herramientas necesarias para comprender mejor la vida y todos sus
elementos, obtendrá así la serenidad que
solo da la sabiduría y de esta manera, logrará ser feliz.
Por su parte Aristóteles defendió
la teoría de que la felicidad se alcanza con la autoaceptación, pero no
significa la resignación, sino más bien el amor propio. Es la plena consciencia
de que se es un ser humano y por lo tanto una criatura maravillosa con muchas
virtudes que no hay en otros seres vivos, por ejemplo el poder del
razonamiento. Un verdadera maravilla de
la creación.
Epicuro entre tantos proporcionó la teoría de que el hombre alcanza
la felicidad con el placer moderado, como la buena comida, las relaciones
afectivas, estar en un ambiente agradable, etc.
Entre los filósofos griegos se
discutió mucho el tema por varios años,
se llegó a decir que para evitar el sufrimiento mental es
indispensable el placer físico e
intelectual.
Autosuficiencia, no depender de
nadie para realizar su vida, una independencia absoluta sería el secreto.
Otra opción es la
autorrealización, alcanzar las metas
propuestas por sí mismo, esta teoría pasó a ser una importante arteria para
Maslow y su Psicología Humanística.
La actitud mental, la aceptación
de la realidad, se supone que da la oportunidad de trabajar para construir la felicidad, según dieron a entender
los pensadores antiguos.
Que nadie está condenado a la
infelicidad, ni garantizado la dicha eterna, puesto que la felicidad es
prácticamente una doctrina que debe practicarse.
Mientras tanto, la filosofía
oriental, sostiene que la mencionada
solo se consigue con una armonía
interna, no pasajera, más bien aprendida con mucha disciplina. Esto dará una
comunión con Dios y llevará a la absoluta felicidad después de la muerte, en
una vida eterna en el más allá.
La fe hindú asegura que la vida
en la tierra es simplemente una
transición hacia la vida eterna.
El Cristianismo por su parte en
las Sagradas escrituras, en cierta forma sugiere la felicidad en la vida eterna
por medio de Cristo (Dios hecho hombre), hijo de Dios Padre venido al mundo a
morir por la humanidad, dejando un legado de amor y esperanza. Esta teoría es
la principal columna de varias religiones al hablar de la felicidad, es decir,
la felicidad se basa en la esperanza de descansar y despertar un día para una
vida feliz en toda su plenitud junto al Salvador.
Para el budismo, el secreto de la felicidad está
en una vida pasiva y alerta con respecto a Natura. No hay alma ni creador. Nada
nos ata al mundo material, por lo tanto no se compromete con nada ni con nadie,
esto evita la ilusión del YO.
Bien, eso poco, más o menos dice
la filosofía con respecto a la felicidad.
Más de una vez, supongo que
escuchaste decir que el cerebro es como una computadora, pero en realidad, es
como una orquesta filarmónica. Mientras todos tocan el instrumento que corresponde
correctamente, la música tiene armonía, fuerza, sentido. Cuando uno de los
integrantes de esa gran orquesta ejecuta
mal su instrumento y erra una sola nota…todo se altera y se pierde la armonía. La
música está, pero no como debería.
El caso es que una lucha interna
puede comprometer la tan nombrada felicidad.
En un sector del cerebro llamado
hipotálamo se maneja las emociones, mientras que el neocortex es el responsable del raciocinio. De allí esa
famosa frase “cabeza y corazón se contradicen” cuando existe ese debate
interior, el no saber qué decisión tomar, “Si dejo pasar esta oportunidad de
vivir en el extranjero”, “Si me caso o no”, “Si sigo esta carrera”, incluso “Si
me pongo esta vestimenta o esta otra”, en fin. Esa batalla en la mente, hace
que el cerebro trabaje de una manera escandalosamente rápido poniendo las
cartas sobre la mesa de la situación que lo ocupa. “Si me voy a vivir al
extranjero, puedo progresar económicamente, pero ya no voy a ver a mi familia por mucho
tiempo”, “Si me caso puedo formar una familia, tener hijos, pero voy a tener
que renunciar a mi independencia”, “Si sigo esta carrera, puedo aspirar a tener
éxito y mejorar mi situación, relacionarme con gente interesante, pero es muy
largo, sacrificado” Ese tire y afloje, también obstruye de alguna manera la
frágil felicidad.
Esta emoción actúa como el aguja
de una brújula apuntando hacia varias direcciones, pero… ¿qué pasa si solo
apunta hacia una dirección?, la felicidad solo hacia nosotros, sería tan
estático que no notaríamos la diferencia.
Una vida sin acción, sin adrenalina, sin
desafíos, sin tener la posibilidad de
saber nuestras propias fuerzas, nuestras propias capacidades. Sería una
tristeza.
Si concentramos nuestra esperanza
de ser dichosos en una sola cosa, por ejemplo una carrera universitaria, esto
sería una pobreza total de recursos, por eso es mejor tener un abanico de
opciones donde recurrir.
Utilizar al máximo los recursos
internos, como la memoria. Esto potencia la felicidad. Por ejemplo al disfrutar
una melodía que trae a la mente el recuerdo de una infancia feliz o cuando se
deja llevar por un aroma que se sintió antes hacia otra época cuando pasó un
lindo suceso. Usar el recurso de la
memoria para volver a disfrutar de un agradable momento.
Según Maslow existe una pirámide
de necesidades que vendría a ser la plataforma de la famosa felicidad.
La base es la fisiología, es
decir, contar con lo básico y fundamental para la existencia como respirar,
comer, descansar.
Seguridad, tener un empleo, una
vivienda, salud, lo que proporcione el confort, la comodidad.
Afiliación, una vez conseguida la
seguridad, ya se puede pensar y concentrar en los afectos, la familia, las
amistades, la pareja, hasta alguna mascota.
Reconocimiento, es un aspecto
también importante, la sensación de bienestar que proporciona el éxito en el
trabajo, por ejemplo, es otro de los elementos de esta pirámide.
La autorrealización, sería lo más
sublime. Llegar a este grado implicaría la felicidad. Lograr las metas
propuesta por sí mismo.
Desde el nacimiento del hombre
existe esa lucha por la supervivencia, es este caso esa supervivencia
emocional. En ocasiones, el hombre debe luchar contra sí mismo, pues su propia
personalidad puede ser su enemigo.
La personalidad se forma en los primeros
años de vida, la mente es como un imán que atrae las ideas de los que lo rodea,
la ideología de los padres, como una preferencia política, alguna religión,
etc.
Lo que ve, lo que escucha, todo
eso forman la personalidad, con esto puede autocensurarse a sí mismo y concebir en la mente la idea de
que no puede ir más allá, ni siquiera pensarlo.
De esta forma se genera angustia, frustración, etc. Ese
sentimiento de impotencia es uno de los causantes más grandes de la ausencia de
la felicidad.
También existe la lucha externa,
la competitividad, que es algo absolutamente necesario para la dicha, poder
medir el potencial propio a través de los desafíos y hacer madurar la mente y
hacerse más fuerte después de cada batalla.
Lo dijo alguna vez el mentalista,
astrólogo portorriqueño Walter Mercado “Nadie vino al mundo para ser un
desgraciado”
El ser humano viene al mundo con
un combo de herramientas para trabajar
para realizar sus sueños, si tan
solo comprende que por el solo hecho de respirar es un gran motivo para luchar
y ser mejor cada día.
La felicidad no es algo reservado
para unos pocos privilegiados, es un tesoro al alcance de nuestras manos,
finalmente podemos decir que el secreto de la felicidad está en encontrar el
equilibrio, algo delicado, frágil e indispensable, conquistado con sabiduría.
Muchas gracias
Bea